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Saúl volvía del campo con los bueyes y preguntó:

— ¿Qué sucede? ¿Por qué llora la gente?

Le contaron lo que habían dicho los de Jabés y, al enterarse de la noticia, Saúl, invadido por el espíritu del Señor, se enfureció, agarró la yunta de bueyes, los descuartizó y por medio de mensajeros los repartió por todo Israel con este mensaje:

— Lo mismo se hará con los bueyes de quien no siga a Saúl y a Samuel.

El temor del Señor sobrecogió al pueblo, que se alistó sin faltar uno solo.

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